Todo parecía indicar que el primer día del mes sería agradable y diferente. Sí fue diferente, pero no del todo agradable. Quédate que te cuento y así aprovecho de hacer catarsis.
Un poco de contexto
Uno de los trabajos de mi novio es representar jugadores de fútbol. Uno de nuestro niños (sí, son como nuestros hijos) viaja hoy para Portugal para ir a hacer la pretemporada con su equipo luego de haberse pasado unos días de vacaciones con su familia. Él vive en el interior del país, así que tomó un avión muy temprano para poder estar en el aeropuerto para su vuelo a Europa.
El detalle es que llegó a las 8:00 de la mañana al aeropuerto y el vuelo sale a las 10:00 de la noche, es decir, iba a estar todo ese tiempo en el aeropuerto sin poder hacer mucho más que no fuese esperar que se hiciera la hora para chequearse y embarcar.
El aeropuerto está muy cerca de la playa, así que mi novio me dice: ¿y si lo buscamos, compartimos un rato diferente en la playa, comemos algo y luego lo regresamos al aeropuerto? A lo que le respondí: ¡me encanta la idea!
Nos alistamos y salimos.
La vida a veces tiene otros planes
Íbamos en la vía cuando de pronto escucho un ruido inusual en el carro y le hago el comentario a D (mi novio).
La mayor parte del trayecto es en bajada, así que prácticamente no hay que acelerar, pero en el momento que fue necesario, nos dimos cuenta que el carro no respondía.
Apenas tuvimos el chance encendimos las luces intermitentes y nos orillamos. Apagamos el carro, lo volvimos a prender y la falla seguía. No agarraba ninguna velocidad, así que decidimos llamar a nuestro amigo y mecánico de confianza, quien inmediatamente nos envió una grúa que pudiese auxiliarnos y llevarnos de regreso.
Nosotros teníamos un plan en mente, pero la vida tenía otro.
Hay situaciones que simplemente se escapan de nuestro control
La grúa llegó como a la media hora y notamos que el carro tenía un bote importante de aceite. Asumimos que de ahí venía la falla, pero todavía debíamos esperar que lo revisaran para poder saber con certeza qué había pasado.
Emprendimos el viaje de regreso. D y yo en el carro accidentado, montado en la grúa, con calor, con una gran frustración por no haber podido llevar a cabo nuestro plan y con el guayabo de no haber podido darle un abrazo a nuestro chamo.
Tan cerca y tan lejos, pensaba mientras veía el mar de fondo, el cielo azul despejado, las montañas cubiertas de verdor y sentía la brisa con olor a mar tocándome la cara.
Finalmente llegamos a casa, con el ánimo golpeado y con una sola idea retumbando en la cabeza: hay situaciones que simplemente se escapan de nuestro control y no hay nada que podamos hacer, más que respirar profundo y soltar.
Ajá, ¿y ahora?
Cuando se nos presentan este tipo de situaciones incómodas es cuando más tenemos que ponernos manos a la obra y hacer uso de todos los recursos y herramientas de bienestar que hemos ido aprendiendo y construyendo a lo largo de nuestra vida para retomar nuestro equilibrio, por eso quiero aprovechar de compartirte lo que suelo hacer en situaciones como las de hoy:
Hacer una pausa y respirar: esto es ¡clave! Y sí, muy difícil, pero respirar nos permite ver todo con mayor claridad y accionar en pro de la situación, en lugar de reaccionar con impulsividad y desespero.
Identificar si tengo o no control sobre la situación: en este caso ni D ni yo teníamos control de la situación, así que solo podíamos esperar. Entender eso nos permitió soltar e intentar fluir un poco más.
Visualizar y manifestar: al soltar y entender que no tengo el control de lo que está pasando, puedo entonces dirigir mi atención a lo que sí puedo controlar: mis pensamientos, por ejemplo. Empecé a imaginar toda la situación completamente solventada.
Buscar el lado positivo: en este caso vi a mi alrededor, aprecié y conecté con el paisaje tan bonito que me rodeaba, agradecí estar con D, que ambos estuviésemos bien y que pudiésemos contar con el apoyo del señor que manejaba la grúa y que nos estaba llevando de regreso a casa.
Adueñarme de mi poder de elegir cómo me quiero sentir: todos los días se nos presenta algún desafío y siempre tenemos la posibilidad de elegir si nos quedamos enfrascados en el problema o vamos hacia adelante eligiendo nuestra tranquilidad y bienestar.
Comentarios finales
No pudimos pasar el día en la playa ni despedirnos de nuestro hijo del fútbol, pero D encontró la manera de que por lo menos pudiese salir un rato del aeropuerto para descansar, comer y volver a tiempo para su vuelo.
La falla del carro fue una manguera que se rompió. Rota como si la hubiesen cortado. No entendemos cómo pasó, pero pasó. Nuestro amigo mecánico nos dice que pudo haber sido hasta una piedra que pisamos con los cauchos de atrás y salió impulsada y terminó rompiendo la manguera. ¡Qué mala suerte! O quizás no. Yo creo en la energía y en la protección divina, así que estoy convencida que cuando pasan cosas así, es porque así tenía que pasar y así tenía que ser.
La foto que puse al principio de esta publicación fue el atardecer de hoy. Lo sentí como un abrazo del universo y un recordatorio de que todo, absolutamente todo, pasa.
Si tú también tuviste un día difícil espero que encuentres algo de ánimo y alivio en mis palabras. Todo va a estar bien. Mantén la calma, respira y confía. Es solo un mal día, mañana será mejor.
Si llegaste hasta aquí: ¡gracias por leer! Y si conectaste con algo de lo que leíste, te invito a quedarte para que juntos sigamos nutriendo este espacio y viviendo la vida lenta.
Con amor,
Faby.